Ardiente Pasión

Cada vez que  Lana veía a Samuel le brillaban los ojos.

Ambos trabajaban como asesores legales en el despacho del señor Randolfo, pero en oficinas diferentes. A veces coincidían en actividades sociales de amigos o de la empresa, pero solo se saludaban tímidamente.

Samuel siempre llevaba un perfume dulce que la hacía envolverse en una ardiente pasión.

Cada vez que veía a ese hombre sentía que se quemaba; lo deseaba, pero no se atrevía a insinuarle que le gustaba, aunque un día de esos encuentros sociales hubo un acercamiento inesperado.

Samuel era un caballero… Estaba soltero, a pesar de ser el más codiciado.

Lana no entendía por qué, hasta que un día supo la verdad.

Era la noche del sábado y Lana estaba compartiendo en una fiesta con amigos en común, aunque ella no era muy fiestera, ni mucho menos tomaba con frecuencia, aceptó ir con su amiga Micaela, quien le había dicho que Samuel iría a la fiesta, así que Lana se animó, aunque casi dice que no, pero estaba tan clavada con Samuel que fue automático.

Si por Micaela hubiera sido, ella ya le habría dicho a Samuel que Lana se sentía atraída por él, pero prefirió dejar que las cosas fluyan y respetar la decisión de Lana.

La fiesta era en casa de Pepe, un antiguo compañero de trabajo de Lana, que le había confesado su amor, pero que ella sinceramente, y con todo respeto, rechazó. Lo intentó, pero no sentía química y prefirió no darle largas al asunto.

Lana y Micaela llegaron a la fiesta, y ahí estaba puntual Samuel guapísimo, como siempre.

-Hola, chicas, están hermosas -dijo Samuel al verlas.

Ambas saludaron, y como siempre, Lana sucumbía a los encantos de Samuel y sentía el corazón a mil. Olía delicioso.

Samuel se retiró para saludar a otros invitados y Lana agradeció al cielo, porque se moría por Samuel y no quería ser tan evidente, aunque anhelaba que él la mirase con ojos de amor y no como una compañera más.

Micalela se retiró primero, como para dejar espacio entre ambos. Además, vio a  Alfredo y fue de inmediato hacia él, que no había notado su llegada ni la de la Lana. Estaban saliendo hacía poco.

Micaela y Alfredo se conocieron en una de sus visitas al consultorio de él, un reputado cardiólogo de 45 años de edad y muy atractivo con su canoso cabello.

Micaela era visitadora a médico y entre visita y visita se fueron enamorando; la química fluyó de forma fantástica y se inseparables.

Lana estaba un tanto aburrida y en ese momento fue al baño, al regresar vio a Alfredo y a Lana cariñosos como siempre.

Se acercó a ellos, saludó a Alfredo y le pidió a Micaela que le diera un momento.

-Alfredo, solo un momento –dijo Lana disculpándose.

-Lana, descuida, aprovecharé para ir al baño, Micaela no me dejará apartarme de ella, así que mejor voy ahora – dijo Alfredo con una risa sarcástica.

Todos rieron a carcajada y Alfredo optó por besar a Micaela que le correspondió con una sonrisa.

-¿Lana, cariño, pasa algo? –preguntó preocupada.

-No es eso, solo que estoy aquí con cara de pocos amigos y  no quiero hacerte mal tercio con Alfredo –se sinceró Lana.

-Cariño, claro que no. Diviértete como quieras, sabes que los que estamos aquí no somos unos degenerados, dijo sosteniéndole la cara y un poco risueña.

-Es más, vamos por un trago, solo no te emborraches y ya está –dijo burlona, porque ella sabía que Lana se ponía contentona cuando tomaba demás.

Mientras ambas se tomaban unas margaritas, tuvieron la conversación inevitable.

-Lana, debes animarte. Samuel esta aquí y no veo que esté coqueteando con otras chicas, no creas que no le haya echado el ojo. Aunque no lo creas, Samuel es muy respetuoso  y tímido. Pero he visto en varias ocasiones desde que llegamos que no le has sido indiferente como mujer; sé lo que te digo, sino mira quien está con el cardiólogo más codiciado – dijo horonda.

Tienes a tu favor que trabajas prácticamente juntos –dijo Micaela levantando los brazos.

Ambas rieron.

-Mira, ahí viene Samuel -dijo Micaela y lo llamó.

-No –dijo Lana susurrante

-¿Se están divirtiendo, chicas?  –preguntó.

-Sí, pero Lana no está un poco aburrida y ya mi Alfredo está por ahí, así que mejor voy a atender a mi doc, necesito que me revise el corazón –dijo pícara

Micaela era una mujer muy desinhibida,

-Bueno, Lana, aquí estamos –dijo Samuel.

-¿Mucho trabajo?  – comentó Samuel para romper el hielo.

-Sí, hay unos nuevos clientes que nos ayudarán mucho en la firma y el lunes me toca atender a uno de ellos.

-En la otra oficina del señor Randolfo también estamos atiborrados de mucho trabajo, sobre todo el departamento de contabilidad, el viejo se está llenando los bolsillos, en buena lead.

-Así es, ha sido un año maravilloso para las oficinas del señor Randolfo.

-Ya no hablemos de trabajo, a divertirnos, venga –insistió Samuel.

Lana se sintió un poco más relajada, pero ya tenía una margarita en la cabeza y eso la ayudó a desinhibirse ante Samuel.

-Necesito tomar aire fresco –dijo Lana, como por arte de magia, luego de haberse terminado la margarita.

-Pues vamos a la terraza. Pepe nos dio libertad de disfrutar su casa –la invitó.

-De acuerdo, es que hace calor –comentó Lana.

Samuel la miró extrañado, porque el ambiente en general estaba bastante fresco, aunque estaban el El Caribe, pues era invierno. El no dijo más nada y se dirigieron a la terraza.

Tomaron asiento en un espacio en donde solo estaban algunas macetas y ahí no había nadie, por lo que era perfecto para charlar.

-Hoy estás muy hermosa, no es que no andes impecable, pero hoy tienes un brillo diferente dijo y ella se sonrojó.

Lana lo miró y solo atinó a decir que se le había terminado el trago.

-¿Otra margarita? -preguntó Samuel

-Perfecto –dijo Lana. 

Samuel se fue por la margarita de Lana y aprovechó para pedir un whisky, había toda una barra improvisada, la casa de Pepe era muy grande, el había heredado una fortuna de sus abuelos, era huérfano e hijo único, y  además un prominente abogado con un despacho propio.

Samuel llegó con los dos tragos y Lana contemplaba la ciudad que estaba hermosamente iluminada.

-Aquí está tu trago y de paso pedí un Whisky  –dijo Samuel pasándole el de Lana.

-Salud –dijeron

-¿Por qué tan sola esta noche? –preguntó Samuel extrañado.

-Pensé que Pepe y tú se entendían…. –dijo, pero Lana lo interrumpió y no lo dejó terminar.

-No sigas, sé lo que vas a decir, pero Pepe es solo un amigo más, el intentó, pero no hubo química  –lo interrumpió para no darle largas al asunto.

-Tranquila, Alfredo y Micaela me han dicho que estás sola, pero me asaltó la curiosidad y prefiero escucharlo de ti. Solo te veo en el trabajo ocasionalmente y en las actividades  no habíamos tenido un momento a solas como este.

-Bueno, pero si en esas estamos, ¿tú qué cuentas?

Y llegó el momento de saber la verdad de porqué Samuel estaba solo.

-No me gusta hablar de eso, pero ya que nos estamos sincerando. Te cuento que hace dos años me iba a casar con Janice y todo se fue al escusado cuando la sorprendí con mi primo George, un “playboy” que tenía más dinero y vida que yo – confesó.

-Ya la historia se cuenta sola y aquí estoy contándotela, no le había dicho esto a ninguna otra mujer, hasta ahora – concluyó

-Lo siento, hay cada caso – dijo Lana.

-No pasa nada, prefiero ser sincero. Pero eso ya es pasado, hace dos años de eso, justo el tiempo que llevo conociéndote a ti, luego de aceptar trabajar para Randolfo.  Ambos están viviendo su mundo en Italia, eso supe.  Yo me siento bien ahora y sé que algún día encontraré la correcta –manifestó Samuel mientras Lana lo miraba y sentía un fríííto en el corazón.

Hubo un breve silencio…

Lana pudo articular y sintió un alivio porque se sentía tan cómoda conversando con Samuel; era un tipazo, de piel bronceada y una contextura de Adonis. Como siempre olía rico.

-A ver, Lana, ¿quieres bailar?, veo que no has terminado tu trago –dijo Samuel rompiendo el silencio.

-Sí, me agrada la idea –expresó Lana con más confianza.

Sonaba un merengue y ambos se sintieron a gusto al rozar sus cuerpos. Cuando Samuel le tomó la mano, ella sintió un corrientazo.

-Wow, bailas muy bien, no lo había notado –dijo Samuel

Lana se sintió halagada y la estaba pasando genial. No se había equivocado con Samuel, era un caballero.

Terminada la música volvieron a sentarse.

-Lana, ¿deseas comer algo? –preguntó.

-Siendo honesta, me muero de hambre, así que acepto –dijo

-Voy a buscar algo, ya vengo. Traeré un menú variado.

-Bien, nada con picante, eso sí, soy alérgica –dijo

-Ya lo sé – no lo olvidaré.

En ese momento, le escribió a Micaela para que sepa que todo iba viento en popa.

-Micaela, Samuel es un sol, va a la barra por algo de comer, no te preocupes por mí. Si tienes que irte, porque te conozco, despídeme de Alfredo y nos hablamos de todo y de nada – escribió.

Micaela escuchó vibrar su celular, la estaba pasando genial con Alfredo que ya estaba en punto y ella era de armas tomar.

-Te lo dije, amiga, disfruta. Besos –respondió Micaela.

Samuel llegó con una bandeja con salteado de verduras y carnes y con una variedad de mariscos. Además,  con dos botellas de agua.

-Llegó la comida –dijo sonriente.

-Déjame ayudarte  – dijo Lana y de inmediato le ayudó a colocar todo en una mesita que estaba al lado de un diván acogedor.

-Gracias, Samuel, se ve todo muy rico. Ahora a ver si sabe así como se ve–musitó.

– Pepe es muy atento con todo siempre y contrató un buen servicio de catering. Por cierto, vi a Micaela y a Alfredo que están disfrutando de una rica paella, si deseas, podemos pedirla.

-Descuida, está bien con esto –dijo.

-Buen provecho – dijo Samuel.

-Gracias –indicó.

Ambos coincidieron en que estaba deliciosa la cena.

Luego de la cena, retomaron la conversación y empezó a sonar una balada de los 80’s.

-Lana, no sé si te gusta la balada, pero a mí me encanta, y en algún momento de mi vida yo bailaba de vez en cuando en mis viajes a Nueva York – comentó.

-Sí, me encanta, yo también en algunos de mis viajes a la Gran Manzana he disfrutado de esas noches románticas – confesó.

-Pues aquí  no es Nueva York, pero quién nos verá  como dos cursis aquí arriba – se preguntó sarcástico.

Lana emitió una carcajada y agradecida de aceptar ir a la fiesta. Se sentía feliz.

La música ochentera en inglés seguía a buen ritmo, casi se terminaba la canción, pero  Samuel la invitó a bailar, de todos modos, pero de inmediato empezó otra aun más romántica.

Lana aceptó, y de repente, Samuel la atrajo hacia sí y sintió la respiración acelerada de ella. Entre ambos había surgido una química que ninguno de los dos se explicaba.

-Si quieres paro, Lana, si no estás a gusto, y  esperamos algo más tropical -dijo

-No, no es eso, es que no había tenido  tanta cercanía contigo, más que en asuntos de la empresa, aunque un tanto distante, pero ahora es nuevo para mí.

Aunque Micaela le había dicho que era soltero, Lana quería escucharlo de su boca.

-Samuel, no es por nada, pero ¿estás saliendo con alguien? – preguntó.

-No tengo novia, recuerda que te mencioné lo de Janice y hasta ahora estoy libre, pero podría acabar esta noche.

-No sé a qué te refieres exactamente, pero no soy de esas… – dijo, pero Samuel la interrumpió

-Espérate, me estás confundiendo, Lana. No soy ningún don Juan o degenerado. Sé quién eres, y aunque no he estado tan cerca de ti, sé que eres una mujer soltera y sin hijos, lo sé porque Micaela, además es mi amiga también y sabes que es muy parlanchina, pero una buena chica hay que reconocer.

-Lo de Pepe fue una duda pasajera – le confesó.

-Lana, no te había tenido tan cerca como hoy, pero si te molesta olvida eso y disfrutemos la fiesta. Si quieres te dejo sola –insistió.

-No he dicho eso, disculpa, es que soy muy directa – dijo.

-Pepe se acercó a ellos y les indicó que en una hora debían culminar  la fiesta, porque a la medianoche era el límite en el  área donde vivía y les preguntó que si la estaban pasando bien. Ambos asintieron. Pepe había dejado atrás lo de Lana, pues era un hombre de mundo y no se iba con rodeos. Al final todos eran buenos amigos.

Eran casi las 12 de la noche y siguieron conversando de sus vidas en un sillón que daba a la ciudad que esa noche brillaba con las luces de Navidad.

Por un momento, se hizo un silencio y como un imán ambos terminaron besándose y ella sentía que se quemaba y lo deseaba como loca, pero se alejó de Samuel de repente.

-Disculpa, Samuel,  me tengo que ir –dijo Lana dejándolo confundido.

-Espera, Lana – dijo, pero ella se retiró sin más.

Lana dejó a Samuel con dudas y confusiones, por no saber si hizo algo inadecuado.

 Lana alcanzó a ver a Micaela con Alfredo, se estaban divirtiendo, aunque ya faltaba poco para terminar, pero prefirió retirarse antes de que Samuel la alcanzara, le escribiría para no preocuparla.

Pepe la alcanzó a ver y se acercó a ella

-Lana, ¿qué pasa y Samuel? Estás fría, no quiero pensar mal, pero dime si Samuel se excedió, somos amigos y sé que es un tipazo, pero no le permito que se pase contigo, aunque no llegamos a nada, somos amigos y te aprecio mucho.

-No, para nada, es un caballero, pero necesito descansar –dijo sin dar más explicación.

-Ya sabes que estoy para ti –dijo.

Lana llamó un taxi y se fue, ambas prefirieron llegar así a la fiesta para no manejar. En ese momento llegó Samuel y Pepe no esperó a que le dijera nada y le pregunto que si había pasado algo, que Lana era una buena chica, que no la lastimara.

– ¡Qué pasó brother? , sabes que soy un caballero y hoy sentí que Lana es muy especial – dijo uniendo las manos.

 – Disculpa, lo sé amigo, ella me rechazó y yo lo sentí mucho, pero me alegro por ti – dijo Samuel poniéndole la mano en el hombro. 

-Descuida. Vamos y te ayudo a terminar la fiesta para que tus vecinos no llamen a la policía – dijo y adelantó el paso. 

-Vamos – dijo Pepe y le siguió.

La fiesta estuvo maravillosa y todos se despidieron felices.

Samuel se fue pensando en Lana y, a la vez, sintiéndose atraído por ella, porque ese rato juntos fue maravilloso, a pesar de que ella se retiró dejándolo inquieto.

Lana le envió un mensaje de texto a Micaela desde el taxi  diciéndole que todo estaba bien y que descansaría en cuanto llegara a casa.

Micela la entendió y dejó todas las energías para Alfredo esa noche y ya el domingo o el lunes hablarían. 

Al día siguiente era domingo y Lana aprovechó para descansar, pero paso toda la noche pensando en ese beso con Samuel. Ella sintió un chispazo, pero tenía miedo de que el descubriera su amor y le rompiera el corazón, a pesar que el dijera que estaba soltero y que eso podía cambiar, como si fuera una insinuación. 

Lana se comunicó con Micaela y le dijo que quería estar sola, que luego se reunirían a tomar un café. Micaela sabía que ella prefería la soledad y que efectivamente en su momento hablarían.

El lunes por la mañana Lana se dirigió a su oficina y la secretaria la recibió con unas flores y una nota; era de Samuel.

-Gracias por la noche tan agradable, aunque fugitiva, pero agradable. Te invito un café. Samuel. Te dejo mi número personal. Un beso –decía la cartita que acompañaba el arreglo floral de rosas.

-Gracias, Lucía –dijo Lana a su secretaria y se dirigió a su oficina. 

Las flores estaban tan hermosas como sorprendida estaba Lana. Ella pensó que Samuel la vería como una tonta caprichosa por salir así.

Lana terminó unos pendientes y se los envió correo al señor Randolfo.

Lana era muy eficiente y responsable.

Ese día no le escribió a Samuel, que también debía estar muy ocupado porque era una fecha de muchos cierres de trabajo, para agradecerle. Estaba inquieta porque quería a Samuel en su vida, pero temía que la noche solo fuera un arranque de pasión, no obstante, miró el detalle de las rosas y la tarjeta y la estaban haciendo pensar diferente.

Llamó a Micaela, le contó lo de las flores y la invitó a almorzar y ahí le contó lo de su salida abrupta de la fiesta en casa de Pepe.

Ahora sí Lana, ¿qué pasó anoche  que saliste sin más de la fiesta? De ahí vi a Samuel todo misterioso, porque le pregunté por ti y solo me dijo que querías descansar.

-Micaela, nos besamos –confesó Lana.

-¡Qué! – exclamó sorprendida, porque ella sabía lo  psicorígida que era Lana.

-No lo sé, me dejé o nos dejamos llevar y se dio. Dios, pero me encanto. Samuel gusta mucho. Micaela, siento una química con ese hombre que me asusta.

-No entiendo  porqué te fuiste, entonces – dijo Micaela confundida porque no le vea nada de malo.

-Es que me puse nerviosa y lo único que supe hacer fue retirarme, soy una tonta, Dios dijo.

-No, Lana es solo que estás tan clavada con Samuel que actúas como adolescente – dijo Micaela.

Ambas rieron.

-Pero y lo de las flores qué, ya le diste las gracias –la cuestiono su amiga.

-Aún no le he respondido la invitación que dejó en la tarjeta que acompañaba las rosas – dijo Lana.

-¿Qué esperas, Lana?, no seas exagerada, Samuel dirá que eres una mal educada. Además, no es un desconocido. Ambos trabajan para misma empresa, aunque en oficinas diferentes, pero sabes que no es pelafustán – le reprocho Micaela.

-Tienes razón – ya no soy una chiquilla y no voy a dejar que Samuel piense que soy una caprichosa –externó Lana.

-Samuel es un hombre decente, lo conozco y su amigo Alfredo podría decirte. Hace mucho terminó con una novia que tenía que lo volvía loco con su intensidad. Lo sé por Alfredo y que es el soltero más codiciado, al menos en cada encuentro con los amigos. El ha sido paciente de Alfredo desde un día que fue con una opresión en el pecho y era solo estrés y porque su antigua novia le jugo sucio, aunque no sé exactamente de qué se trató su rompimiento. Sufrió hasta de corazón roto, pero ya veo que está de nuevo en el ruedo del amor – dijo sosteniéndole la cara a Lana.

-Eres una diablilla, Micalela, una junta corazones. Alfredo sana el corazón físico y tú el emocional.

Ahora mismo le escribes a Samuel y dejas de estar de postergar. El es un buen partido  y siempre te ha llamado la atención. Si las cocas se dieron así, aprovecha.

-¿No te gustó el beso o qué?

-Claro que me gustó, tanto que me fui como una loca. Si antes me atraía Samuel, ahora me encanta. Y solo me tome un trago y medio, así que estaba en mis cabales –dijo como si ganara una apuesta.

 Terminaron la conversación y se despidieron. Micaela le insistió que lo pensara y se animara a hablarle a Samuel.

Samuel estaba en la ducha cuando recibió varias notificaciones  en su celular.

Cuando salió de la ducha, reviso el celular y vio que el número no le era familiar, pero al leer los mensajes supo que era Lana.

-Gracias por el detalle de las flores. Acepto la invitación al café. Lana –decía el mensaje acompañado de un corazón.

Samuel sonrió y se sintió como cuando salía en sus años mozos. Lana era una mujer muy tierna, a pesar de verse tan seria a la hora de las reuniones en las que pudo verla.

 Concertaron para el viernes y ambos se citaron en un café que Samuel conocía y que conectaba mucho con la personalidad romántica de Lana, pues  en la noche que estuvieron conversando él se dio cuenta de que era especial.

Samuel la esperaba en el lugar pactado.

Samuel se levantó de la silla y de inmediato  le haló la de Lana y ella de inmediato se sentó; era un caballero totalmente.

Hermoso este lugar, Samuel, hacía tiempo que no visitaba un sitio tan acogedor y romántico.

Conversaron y entre café y pastel de limón la pasaron genial. Lana se disculpó por lo sucedido esa noche que se besaron

-Tranquila, hermosa, te entiendo –dijo.

-Lana notó que Samuel era tan diferente a Albert y a otros chicos con los que había salido. Ella no quería que pasara el tiempo mientras estaban juntos.

Samuel y Lana se despidieron y seguían hablando por teléfono y, en una que otra ocasión, salieron a cenar y a compartir en eventos de la empresa y se miraban de reojo, para guardar un poco las apariencias.

Ambos eran muy profesionales.

El sábado  22 de diciembre Samuel invitó a Lana a un seminario en Punta Cana sobre marketing en asuntos legales en la era digital  en Punta Cana. Ella aceptó, necesitaba seguir expandiendo sus conocimientos y, además, se sentía muy a gusto con Samuel, pero aun solo se estaban tratando y no habían pasado más que unos besos y no le había pedido que fuera su novia, pero ella se sentía muy feliz con lo que estaba viviendo, pero esperaba que todo fuera viento en popa y llegar más allá. Se controlaba, pero deseaba estar en los brazos de Samuel y sentir su virilidad.

La conferencia duraría dos días; sábado y domingo y el lunes siguiente era feriado.

Se chequearon en el hotel y cada quien se fue a su habitación.

Compartieron con grupos de distintas provincias y países. Lana notó que una de las participantes miraba insinuante  a Samuel y ella sintió una especie de cosquillita de celos.

Una de las noches de fiesta luego de aprender de todo sobre mejora del marketing  y estructuras de negocios decidieron aprovechar  y compartir en la discoteca del hotel. Allí estaba Susy, la que se le insinuaba como una serpiente. Era una exitosa contadora, según sus redes sociales, e innegablemente hermosa.

Lana fue un memento al baño y cuando regresó Susy conversaba con  Samuel y sintió un calor que la dominaba, porque parecía que Samuel estaba muy a gusto. Se fue al bar y pidió u  trago dejando a Samuel con Susy.

En el bar Lana vio un compañero de la conferencia, era muy guapo, pero a ella le gustaba Samuel.

Samuel le escribió a Lana porque no la veía y se había tardado en el baño, pero ella si sabia donde él estaba.

Lana le contesto.

-Salí a tomarme un trago al bar y la estoy pasando bien con uno de nuestros compañeros de la conferencia.

Lana – no te muevas ni aceptes bebidas de desconocidos –le indicó.

-Se cuidarme sola, no te molestes, estoy con un compañero de la  conferencia y es muy agradable, igual que Susy.

-Samuel sintió que Lana estaba celosa y sin razón a su entender, pero se puso ansioso por Lana, aunque él la miraba con ojos de amor, no fue sino hasta ese m omento que se dio cuenta que la quería solo para él.

-Lana, aquí estas –dijo y saludo al acompañante de Lana, que estaba muy colorido.

-Ay, hola, Samuel. Él es Tony y relacionista público y experto en marketing digital.

-Se la están pasando  bien por lo que veo – dijo Samuel con recelo.

– ¿Y Susy?-preguntó y Samuel le repitió la pregunta.

-¿Susy? – preguntó dudoso.

-Ah, es que te vi que la estabas pasando muy bien con ella y el grupo y decidí del baño pasar al bar y aquí estoy pasándola genial –dijo Lana con intención de darle celos a Samuel que se sentía confundido al mirar a Tony.

-Tony, un gusto –dijo Samuel de forma cortés.

-Lana se adelantó antes de que Samuel dijera cualquier cosa y le dijo que se verían dentro de un rato, que bailaría un rato con Tony –dijo mientras miraba a Tony.

Samuel estaba extrañado de la actitud de Lana y de cómo actuaba con ese  recién conocido.

-Cuídala, hermano –atino a decir Samuel y se retiró pensativo.

Lana no quería nada con Tony, y además, no era su tipo, solo quería darle celos a Samuel y fue parte de un plan tramo con el nuevo amigo, pues cuando llego al bar se dio una conversación que dio al traste de que Tony le confesara que era gay, que solo la vio agradable y quería ser su amigo. Entonces Lana tramo su plan cuando Samuel le escribió y se acercó al bar.

 -Gracias, Tony. No se pero acabo de tratarte y me encanta conversar contigo –dijo Lana.

-A mi también, Linda. Tienes una energía muy linda –dijo.

-No sabes lo que esforcé para parecer hetero, pero es por una buena causa. Esa Susy se ve de armas tomar o muy seductora. La caché desde que llegó con ese vestido rojo y perfume caro.

-Si quieres terminar de  conquistar a ese hombre, debemos trabajar para que esta noche estés radiante y esa Susy se vaya a volar.

 -Vamos a comer algo, te vas a tu habitación y le escribes a Samuel que te acostaste temprano, que mañana hablarían – le sugirió Tony.

Lana lo hizo así y al otro día se vieron en el último día de la conferencia que cerraría con una cena. Era el domingo y todos compartieron cómodamente en la mañana en la conferencia, almorzaron y se divirtieron un poco en la piscina. Lana y Samuel hablaron y ella se mantuvo parca y él le reclamo incluso, pero ella le dijo que todo estaba bien y que compartirían en la cena de cierre.

Lana hizo todo lo que le indicó Tony y Samuel parecía casi preocupado, sin imaginar que Tony no era competencia, estaban en polos opuestos.

El domingo por la noche, y último día de la conferencia, había una cena especial de despedida para los asistentes. 

Tony también sabía de estilismo y hacía dualidad en su trabajo.

Se fueron a la habitación de Lana, que estaba en el segundo piso, muy ventajoso porque Samuel estaba hospedado en la primera planta.

Samuel le escribió y ella le dijo que todo estaba bien y que se verían en la cena con los demás.

Cuando Lana llegó al restaurante todos se quedaron mirando, porque estaba radiante. Tony había hecho un excelente trabajo.

Samuel y Susy estaban en el mismo grupo. Lana se sentó en una mesa con Tony.

Samuel no le quitaba la vista de encima. Llevaba un vestido blanco y la melena en bucles que hacían resaltar sus carnosos labios. Cenaron y en un momento Lana y se comportó tal y como Tony le indicó. Samuel se pasó toda la cena mirándola y escribiéndole al celular, porque no podía moverse hacia donde ella estaba

Se terminó la fase de orientación de la conferencia y todos se levantaron a compartir y a degustar de todo lo servido.

Samuel se acerco a Lana, por fin, y le reclamó que se tornara fría con él.

-Samuel, pero tú y yo no somos  novios, bien puedes hacer tu vida con la tal Susy o con quien te plazca.

-Y tú con el tal Tony –dijo celoso.   

Lana se rió, pero no le dijo que Tony era gay.

Ja, ja, ja. Parece que estas celoso –dijo Lana mirándolo picara, el vino la desinhibió.

-Para nada, pero no entiendo cono es que estas con ese Tony que acabas de conocer –mintió Samuel., porque obviamente le carcomían los celos.

-Y Susy es tu amiga de toda la vida- me imagino –dijo sarcástica

-Lana, qué te pasa desde ayer llevamos casi 24 horas aquí y te  noto indiferente, no te he hecho nada dime, ¿qué te pasa?

-Es así  no me has hecho nada. Dame un permiso que voy a tomar algo –dijo Lana sorprendiendo una vez más a Samuel. Esa no era la Lana de aquel beso, de aquella fiesta.

– Estas hermosa, Lana. ¿Te busco una copa de vino? –preguntó Samuel.

 -Tal vez no más que Susy –dijo

-No me interesa Susy. Además, no eres mi novia –le dijo y se arrepintió porque fue una estupidez decirle eso a la mujer que le estaba robando el corazón.

-tienes razón –dijo Lana y se fue con el corazón arrugado. Se acercó a Tony y le dijo todo.

Tony miro a Samuel y vio que hizo un gesto de rabia que casi rompe la copa de vino que le habían servido.

-Lana, es mejor que esto se resuelva, mañana ya esto no será más que una historia y tú te irás, pero obvio que vamos a ser amigos y Samuel debe saber que no voy en sintonía contigo, ya me siento estresado de hacer el papel del típico macho dijo Tony.

-No quiero que dañes mi obra de arte, linda. Anímate y toma una copa de vino –le pidió Tony.

Lana tomó un trago y se sintió miserable porque pensó  que tal vez había exagerado.

-Lana, te dejo un momento, ahí va un guapo que me tiene ufff –dijo Tony y se marchó,

Lana se movió y Samuel la siguió.

-Lana, disculpa por lo que te dije, soy un estúpido. No te invité aquí a pasar malos ratos –dijo Samuel apenado.

-No todo estuvo mal, por lo menos conocí a Tony -insistía Lana cuando Samuel le reclamó.

-Tony, Tony – lo acabas de conocer y lo tienes como si lo conocieras de todo la vida –dijo molesto.

-¿Te gusta? – le preguntó con el corazón en la boca

Lana le respondió.

-La verdad, no me gusta mentir ni envolver las cosas, Samuel. Te cuento que Tony  es gay y él mismo me lo confesó ese día en el bar. Ni siquiera bailamos. Solo hablamos y de ahí surgió el plan para despistarte, porque de veras me dejé dominar por los celos cuando salí del baño y te vi tan cerca de Susy que no dudé que se besasen mientras te susurraba algo –se sinceró Lana.

-Me sorprendes Lana, pero todo eso por Susy. Ha sido una confusión. Hemos estado en un mar de situaciones complejas con Susy y Tony –dijo riéndose triunfante porque Tony no era más que un cómplice.

-Aquí esta la razón del “susurro”. Resulta que Susy que Susy es casada y solo quería proponme un trío, pero eso no me va, yo no entro en esas y cerré ahí mismo. Debe andar buscando al protagonista, ella y su esposo son muy mente abierta.

Lana se sintió avergonzada y ambos se rieron por lo que había pasado en tan poco tiempo.

-Pero, aunque yo sé que no soy tu novia, me pego fuerte que  me lo restregaras en la cara –dijo Lana.

-Solo fue un impulso y estaba celoso de  Tony, que ya sabemos que es lo que le gusta – dijo.

-Sí, mira justo ahí viene – señaló.

Tony llegó todo varonil, pero Lana, lo sacó de su sufrimiento.

-Tranquilo, Tony, ya Samuel lo sabe todo –le explicó Lana.

Tony se siento relajado y suspiró saludando a Samuel como era realmente.

-Hola, guapo, Lana es una dama exquisita, así que… -comentaba Tony y Lana no lo dejó seguir, temía que se complicara todo de nuevo.

-Todo aclarado, Tony –lo interrumpió Lana.

Guapo un placer

-Un placer, Tony, gracias por ponerla tan hermosa. Lana me dijo que eres un maestro del estilismo y ya veo que si –reconoció Samuel.

Tony se sintió halagado por el reconocimiento de Samuel. Se inclino y se puso a su servicio.

-Creo que aclarado todo seguiré en conquista de  Rodrigo, que esta para comérselo –dijo.

-Lana, sabes que tienes un confidente y nos reuniremos todos para reírnos de esto –dijo y se retiró.

Después que se fue Tony y aclarado todo, se dirigieron hacia la playa.

-Lana estás hermosa y haberte invitado aquí y pasar por todo esto me ha hecho comprender que quiero todo contigo. Estaba roto y sé que fui egoísta, porque en el poco tiempo que hemos estado saliendo he sentido una pasión y un interés por ti que no había confirmado hasta estos días en que creí que te perdería con Tony –confesó.

Perdóname y olvida lo que dije de que no eras mi novia –dijo arrepentido.

-¿Me perdonas? – preguntó suplicante.

-No hay nada que perdonar, yo también hice mis travesuras, estamos a mano –dijo pícara.

-Hace frío, deberíamos volver al salón –dijo Lana

Podemos solucionar eso, dijo Samuel y la abrazó.

Lana no se resistió, más bien se quedo abrazada a él mitrando lo hemos de la noche y oliendo la sal de un mar clamado y romántico.

-Lana, me gustas y hoy me he dado cuenta que no quiero perderte. ¿Quieres ser mi novia? – le preguntó y le besó la frente mientras la seguía abrazando.

-Quiero sr tu novia, Samuel, quiero ser tuya y ya no me apena. Este viaje a este hermoso lugar me ha hecho darme cuenta que quiero disfrutarlo contigo sin censura –confeso Lana y le devolvió el beso, pero en la boca, muy apasionado y cargado de deseo voraz.

-Samuel sentía que su erección lo delataría, pero sintió que la química de Lana y el era ardiente.

Lana, me estas matando, me siento emborrachado de ti. Sé que hemos salidos un par de meses, pero quiero que seas mía esta noche y siempre. No te fuerzo a nada, pero te deseo con locura y no quiero dejarte ir –dijo Samuel temeroso de que Lana se ofendiera, pero la noche, el frío y la playa jugaron  a su favor porque Lana lo volvió a besar y se tiraron en la playa deseándose.

El agua de mar y la arena cubrieron sus blancas ropas por la cena deliciosa de despedida, y sus sexos se humedecieron del deseo y pedían más.

Mientras la besaba tirada en la playa, Samuel  le susurró al oído que la deseaba como un loco.

-Lana, me encantas y quiero más de ti, te quiero toda, te quiero siempre –dijo jadeante.

-Samuel, yo también, pero temo que nos vean –dijo Lana y se paró.

Samuel temió que pasara lo de la cena, pero Lana lo agarró de las manos y lo invitó a su habitación.

-Quiero que me lleves a las estrellas en mi habitación y te quedes conmigo esta noche –dijo y Samuel no podía creer lo abierta que estaba Lana esa noche.

-Tranquilo, aprendí algo de Micaela, pero con Sus lo materialice al verla coqueteándote, me dije tonta por ser tan rígida con mis deseos, aunque mi esencia es la misma, soy una dama que no te quepa dudas, pero es que a veces necesitamos un impulso y sacar la pasión que llevamos dentro.

Lana estaba nerviosa pero estaba segura que quería entregarse  a Samuel, ya no eran unos adolescentes.

Llegaron a la habitación de Lana y estaba un poco nerviosa, pero ansiosa por ser de Samuel, por llevar a la realidad lo que sentía por ese hombre.

Samuel la abrazó y empezó a besarla con tal pasión que ella sentía que se derretía por dentro. Sus pezones se endurecieron mientras él le quitaba la ropa con una experiencia magistral. Samuel era fuego y ternura a la vez.

-Eres hermosa, Lana – dijo mientras se acercó a sino de sus pechos que de inmediato exhibieron sus pezones y ella jadeo.

-Tú eres tan varonil y miro su falo que le ofrecía el néctar de los dioses.

Se dieron besos y caricias en el cuello y los pechos y Lana se hinco y acaricio la erección de Samuel que sabía a gloria, lo saboreó y lo succionó hasta sacar la esencia que se tragó famélica.

Samuel estaba anonadado, aquella conservadora mujer era una fiera y lo hizo sentir en el cielo y en el infierno al mismo tiempo, quería que fuera eterno. No dijo nada y se hincó y la empezó a besar de nuevo y la tiró al piso donde ambos se perdían en una ardiente pasión inigualable.

Samuel le besó el vientre y no pudo resistir la humedad que emanaba de Lana cuando le tocó su intimidad con la mano derecha y lo  invitaba a embriagarse, porque luego procedió a besar el monte de Venus y su lengua quiso ir más  allá y le lamio el clítoris y se lo chupó mientras acariciaba uno de sus pechos. Lana  gemía pidiendo más y le sostuvo la cabeza y agarró con fuerza el cabello, sin lastimarlo, y él siguió hasta hacerla al clímax de tal forma que el torrente de Lana  Samuel lo sintió en la boca y lo saboreó sorbió como la vid de la pasión, y desde ese momento fueron uno.

Luego se abrazaron y volvieron a la cama repitiendo nueva vez. Entonces Samuel la penetró con su desarrollado falo y la hizo gritar su nombre y ambos llegaron a un orgasmo que temieron se escuchara en la habitación contigua. Tanto así, que Samuel la besó y sus quejidos murieron en su garganta. Ambos se quedaron exhaustos.

Al día siguiente, que era lunes, regresaron a la capital. Los demás se iban el domingo día en que acababa la conferencia, pero Lana y Samuel acordaron quedarse hasta el lunes porque era feriado.

Cuando llegaron a la ciudad, le contaron  todo a sus amigos Alfredo y Micaela.

Al año,  Samuel y Lana se casaron y pusieron su propia oficina de asesoría legal. El señor Randolfo fue el padrino de la boda y Micaela la madrina.

Tony y su pareja Rodrigo fueron parte de los organizadores, Rodrigo era un destacado decorador  de eventos. Micaela y Alfredo  asistieron a la boda y luego del casamiento le confesaron a Lana que serían padres y que ese mismo año formarían su propia familia, porque ya era hora de ambos tranquilizarse por la criatura que venía en camino a transformar sus vidas, aunque luego que nació Miranda se daban unas escapaditas para disfrutar su amor a plenitud y la madre de Micaela cuidaba de la pequeña, ella era feliz con nieta y prefería que la dejaran con ella y no con la nana; era una abuela celosita.

Samuel y Lana los felicitaron y disfrutaron de una boda muy elegante con amigos cercanos y hasta con Susy y su esposo, que se sumaron como nuevos amigos.

Después de la conferencia se conformó un grupo de mensajería y ahí empezó todo con Susy y le hablaron de Pepe, que siempre fue mente abierta. En la boda, Pepe se puso a la orden y hasta hoy siguen su aventura de tres; Lana tenía buena intuición, porque no iba a poder seguirle los pasos a Pepe, fue mejor ser amigos.

Samuel y Lana viajaron a Nueva York  y dejaron en manos de asesores de confianza la parte de oficina mientras disfrutaban e la ciudad que nunca duerme de las baladas que ambos amaban.

Lana está esperando su primer hijo.

❣️

Pasión en la carretera y más allá

Ángela llegó al restaurante a la hora pactada: 7:00 p. m. Hacía un mes que no salía con Sebastián y las cosas se habían tornado monótonas e incómodas para ambos. Ella quería más tiempo y se lo había reclamado en varias ocasiones.

Sebastián era arquitecto y trabajaba en los planos de una nueva plaza comercial en el centro de la ciudad.

Ángela trabajaba en una editorial y se la pasaba editando libros.

Ella entendía que Sebastián tenía proyectos importantes  de arquitectura, pero estaba segura de que podía hacer un balance. Solo era cuestión de organizarse. Tenían un año saliendo.

Ángela llegó en taxi, él le había pedido que dejara su auto en la editorial. No era la primera vez que lo hacía; él era muy caballeroso y la llevaba siempre hasta su apartamento cuando no manejaba.

El pequeño restaurante era el lugar favorito de Ángela, y eso lo sabía de sobra Sebastián, por lo que pensó que este sería el mejor lugar. La esperaba con un ramo de rosas rojas, ya que eran sus favoritas también.

-Hola, Sebastián – lo saludó secamente y tomó asiento y guardó silencio.

-Estás hermosa, como siempre – le dijo y le entregó el ramo de rosas.

-Te he extrañado mucho, Ángela. Sabes que te amo, pero soy un tonto y lo sabes. Ayúdame –le dijo tomándola de la mano.

Ángela sintió que temblaba, pero quería hacerse la difícil, a pesar de que quería tomarlo y comérselo vivo. Ella estaba locamente enamorada de Sebastián. Nunca había sentido tanto por alguien.

Era malditamente orgullosa. No obstante, bajó la guardia al ver la mirada de perdón de Sebastián.

-Está bien, Sebastián,  ya que acepté, aprovechemos este momento. Gracias por las flores. No quiero que peleemos.

-Gracia, cariño –dijo Sebastián

-Se que te he descuidado, pero quiero que la pasemos bien.

¿Pedimos? – preguntó Sebastián

Ángela asintió y pidió unas pechugas a la planta con vegetales y una copa de vino tinto

Sebastián pidió un whisky y Spaghetti a la boloñesa.

-Ángela,  ¿no te gustaron las rosas? – preguntó

-Sabes que me gustan, pero solo lo hiciste porque quieres  que te perdone por tu abandono -dijo con una sonrisa indiferente

-Amor, no me trates así – pidió Sebastián tocándole la barbilla.

Ángela  vibró.

-Sabes que te amo, Sebastián,  y que solo te pido más tiempo y… -en eso llegó la orden y no continuó

-Gracias –dijeron ambos al camarero

-Buen provecho –dijo Sebastián

-Gracias,  igual

Empezaron a comer y ella  intentó retomar la conversación, pero  en ese momento sonó el teléfono de Sebastián

Ángela suspiró, casi siempre era para trabajo. Aunque entendía, de vez en cuando le molestaba, porque eran situaciones que otra persona podía resolver, pero a Sebastián le costaba delegar.

Ángela tomó un sorbo de vino y solo lo miró cuando él le pidió con los dedos que le diera un minuto y se retiró. Se acongojó, porque pensó que esa noche había terminado, como en otras ocasiones, solo porque Sebastián estaba absorbido por el trabajo.

Sebastián terminó la llamada y  regresó a la mesa.

-Disculpa -le pidió

-Descuida, ya estoy acostumbrada –dijo Ángela haciendo el gesto de entrecomillas.

-Ángela, mi amor, tranquila. Tengo que decirte algo… -indicó

-No me digas, tenemos que terminar esto porque te necesitan en el trabajo – lo interrumpió

-Amor, no te adelantes –dijo

Ángela lo miró curiosa

– He delegado a Carlos para que tome las riendas de varios asuntos que no necesitan tanto de mí -confesó

¿Carlos? – preguntó ella extrañada;  pero  sintió alivio. Sebastián le acababa de dar una buena noticia.

-Quería darte la sorpresa, pero me alegra que Carlos me llamó antes. Lo contraté hace poco. Carlos es de mi entera confianza y es uno de los mejores arquitectos de la ciudad. Estudiamos juntos, pero se había mudado a Inglaterra y para mi sorpresa, y bien de nosotros, regresó a Santo Domingo para quedarse. Vienen cosas buenas para todos, ten fe en mí.

-Pellízcame- dijo sorprendida y con los ojos aguados.

-Ángela, mi trabajo me exige mucho, pero te amo y quiero que te sientas bien y que salgamos adelante.

Ángela empezó a sentir una sensación apasionada de tenerlo encima  con lo que le acababa de decir. Era tan galante y tan atento cuando se lo proponía que su entrepierna se quemaba cuando se comportaba así.

Terminaron de cenar y se notaban relajados.

-¿Quieres un café o te lo invito en mi casa? -preguntó Sebastián para no ser tan obvio de que quería esa noche hacerla suya como un salvaje.

 Ángela era un manojo de cambios que a veces necesitaba un manual, pero él estaba dispuesto a aprender. Esa mujer era lo que siempre soñó, aunque tuviera que aprender a descifrar su temperamento. Hasta enojada la amaba.

-¿Nos vamos?- preguntó Sebastián

Ángela lo miró con ojos de complicidad y solo atinó a decir: -con gusto caballero le acepto el café, usted sabe colarlo y muy bien.

Sonrieron cómplices.

Ángela agarró las flores y se dirigió hacia la camioneta de Sebastián, quien le abrió la puerta y la ayudó a subir, ya que era de baja estatura.

-Gracias -dijo

Sebastián emprendió la marcha, mientras se dirigían hasta su casa, él continuó la conversación de sobre su amigo Carlos.


-Mi amor, Carlos  se encargará de lo que falta, así que podemos pasar todo el fin de semana juntos y cualquier asunto lo resuelvo en línea. Solo quiero que sepas que no quiero fallarte y mucho menos perderte.

-Sebastián no me asustes, dime que no bromeas. Es que  hemos discutido tantas veces lo mismo. No se si agradecerle a Carlos o amarrarlo para que no se vaya nunca.

-Ángelaaa- dijo alargando el nombre al pronunciarlo

-Lo siento – se disculpó ella.

Hubo un breve silencio

-Te lo agradezco, Sebastián, yo tengo lo necesario, mi laptop y mi bolso. Ya sabes.

-Sí, siempre andas con todo –la halagó

-Debería aprender de ti -agregó

-Ya has dado un gran paso empezando a delegar –lo animó tocándole el hombro.

Carlos es muy bueno y confío en él. Aunque de igual manera hay asuntos que deberé atender en línea, pero no te afectará en lo absoluto, sino sé que solo con tu mirada me mandarás al rincón de los castigos –dijo con una carcajada.

-Ángela sintió un poco de vergüenza, porque reconocía que a veces era muy dura con él.

-Perdón, es que a veces me comporto tan infantil, pero te amo Sebastián –confesó y lo besó

-Sabes cómo convencerme, mi vida- dijo Sebastián

-Sabes que también te amo. Quiero pasarla contigo. También puedo resolver asuntos por mi laptop. Quiero aprovechar este tiempo que ambos tenemos.

-Nos lo merecemos, amor mío –dijo Sebastián, besándola por un segundo porque conducía.

Mientras se dirigían a casa de Sebastián, Ángela le tocó la entrepierna. Amaba hacerlo mientras iban de camino en cualquier oportunidad.

Ese día algo cambió.

Sebastián la miró extrañado. Ella estaba totalmente desinhibida y eso le gustaba aun más.

Ángela le desabrochó el pantalón y él solo suspiró. Nunca quiso presionarla para que lo tocara en la carretera, pero ese día fue mágico. Todo fluyó.

Ángela le tocó el pene y su erección de inmediato le dio la señal de que lo estaba enloqueciendo; tenia unas manos mágicas.

-Ah, mi vida, ¿quieres que nos matemos? -dijo jadeando de placer

-Si quieres lo dejo –dijo ella pícara.

-No, sigue, prefiero morir en tus manos

Ángela dejó de hacerlo y le reprochó

-Mi amor, tranquila, es broma, puedes seguir. Cuando no aguante te aviso y me estaciono.

Ángela vio eso como una señal y no solo lo acarició con sus manos, si no que posó su lengua  en el pene tan duro, tan suave y le agradó. Entonces procedió a colocarlo en su boca y lo saboreó, disfrutándolo aun más y haciendo movimientos de arriba abajo que a Sebastián  lo enloquecían. Suerte que el semáforo cambió a rojo.

-Me tengo que estacionar, ya no puedo más –dijo Sebastián

-Estoy de acuerdo –dijo ella

Cuando Sebastián se estacionó en un lugar bien apartado, Ángela tomó la mano de él y la colocó en su seno derecho y él sintió la erección de su pezón y luego  la sacó  y le chupó  el dedo índice y lo dirigió hasta su intimidad que estaba tan suave y tan lista para explotar de placer.

-Oh, amor,  me estas volviendo loco, qué suavidad –dijo Sebastián con la boca aguada

Entonces, ella sacó la mano de Sebastián de su vagina y se quitó las bragas.

Los cristales ahumados de su camioneta todoterreno servían para cubrir la vergüenza de ambos.

-Sebastián, casi me vengo, quiero que me lo chupes.

-Yo también, amor, estoy apunto -siguió él.

Sebastián se recostó en el asiento y ella se hincó mientras le lamía y succionaba su erección y él le tocaba el clítoris y le apretaba las nalgas.

Ángela intensificó los movimientos con la boca, la lengua y las manos y él se vino en su boca como un torrente.

Para sorpresa mayor, Ángela no tiró el semen de Sebastián, sino que se lo enseñó y luego se lo tragó.

-Estaba deliciosa,  no podía tirarla -confesó

Luego, Sebastián le agarró el cabello, como si fuera a hacerle una cola de caballo, y la recostó en el asiento de la cómoda camioneta todoterreno y le abrió las piernas. Luego empezó a besarle el clítoris que chupó hambriento y ella jadeaba y le acariciaba el suave pelo a Sebastián que en ese instante le sacaba el orgasmo más aventurero de su vida. Le tapó la boca para que no fueran a descubrirlos. Fue alucinante aquello.

Emprendieron la marcha y se miraban cómplices y locamente enamorados.

Llegaron a la casa de Sebastián. La invitó acomodarse como de costumbre, aunque hacía un mes que no iba.

La casa estaba impecable. Brunilda la había aseado y todo estaba en su lugar. Ambos prefirieron bañarse.

-Puedes tomar vino, si quieres, hay uno en la licorera como el del restaurante –le indicó.

-Ángela asintió  y se dirigió tal como le indicó Sebastián y llenó la copa.

A los pocos minutos de él haber entrado a bañarse, ella se quitó la ropa y se dirigió al baño solo con la copa de vino. Se reclinó en la puerta y tocó para que él la escuchara, ya que estaba cerrado el cristal de la bañera.

Cuando él corrió el cristal, se quedó atónito. Ángela estaba desnuda con la larga cabellera negra cubriendo su pecho izquierdo y la copa de vino en la mano derecha.

-¿Necesitas ayuda o quieres un trago? –pregunto con ojos seductores

Aquella mujer se había convertido en una diosa de un  momento a otro

–  Te quiero a ti –dijo abrazándola y salpicando un poco el baño de vino por el movimiento

-Sebastián, espera el vino -dijo

-Eso se lava, bésame –dijo él

Ella le dio un trago y él degustó y se lo echó un poco en la boca, el otro lo dejó correr entre sus pechos. Luego la atrajo hacia sí y se metieron juntos a la ducha, donde se besaron locamente y se acariciaron.

Luego, salieron de la ducha. Ella con las puertas abrazadas a su cintura y él con su erección a flor de piel.

La penetró y dando saltos la llevó hasta la cama y siguió besándola y luego se tiraron al piso. Ella emitió un grito por el frío de las losas, pero luego le dijo que no pasaba nada.

La besó por todas partes y luego procedió a colocarla en cuatro sobre la alfombra, mientras ella se agarraba del diván colocado frente a la gran cama y la embistió. Ella gemía y gritaba su nombre y pedía más.

Sebastián también gritaba su nombre mientras  llegaba a un orgasmo que ella sintió en lo más profundo de alma. Fue maravilloso escuchar los gemidos de ese hombre; era música para sus oídos la gravedad de su voz y sus susurros.

Sudaron y exhaustos se abrazaron

-Eres la mujer de mi vida –dijo

-Siempre tuya –dijo ella

Se acostaron y en la madrugada la hizo suya entre sueños. Aquello fue celestial.

Al día siguiente, pasaron una mañana de encantos y acordaron negociar y superar las cosas como adultos.

Él atendía asuntos a través de la computadora y el teléfono y ella por igual y así pasaron un fin de semana entre sexo, complicidades y para sorpresa de Ángela él preparó el desayuno y cuando fue comer el pan tenía escrito con miel: ¿quieres casarte conmigo?

Ángela sonrió y  entre lágrimas tomó la mayonesa y escribió un sí.

– ¡Te amo y quiero ser tuya para siempre!  –exclamó abrazándolo.

Sebastián y Ángela se casaron a los dos meses en una boda íntima y Carlos fue el padrino, con quien Sebastián  creó una oficina de arquitectura.

Ángela  pudo inaugurar su propia editorial, un sueño que Sebastián la ayudó a hacer realidad; no se equivocó cuando pensó que era  un gran  hombre.

Ángela espera su primer bebé, otro sueño hecho realidad. Hoy le dará la sorpresa a Sebastián.

Fin

Mirada de amor

Letras pink +18

Emilia caminada lo más distraída que se podía ser.

A las 9:00 a.m. caminaba con rumbo a la revista que publicaría su primera novela.

Estaba tan emocionada que no cabía en su interior, cuando de repente se tropezó con Abel, quien ataba en cuclillas los cordones de sus nuevos zapatos negros.

Emilia cayó de bruces y todo el material voló por los aires.

Abel cayó sentado y la miró con ojos iracundos, pero de repente cambió y solo le dio una mirada de amor y ternura; la vio tan vulnerable.

Emilia llevada una falda negra, que dejó mostrar un poco sus depiladas piernas, zapatos de charol y una blusa de seda blanca.

Abel se apresuró a ayudarla y ella solo atinó a decir gracias de mala gana. Por su mente pasó una grosería, pero se contuvo al ver al guapo hombre de sus sueños. O, por lo menos, describía en…

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Mirada de amor


Emilia caminada lo más distraída que se podía ser.

A  las 9:00 a.m. caminaba con rumbo a la revista que publicaría su primera novela.

Estaba tan emocionada que no cabía en su interior, cuando de repente se tropezó con Abel, quien ataba en cuclillas los cordones de sus nuevos zapatos negros.

Emilia cayó de bruces y todo el material voló por los aires.

Abel cayó sentado y la miró con ojos iracundos, pero de repente cambió y solo le dio una mirada de amor y ternura; la vio tan vulnerable.

Emilia llevada una falda negra, que dejó mostrar un poco sus depiladas piernas, zapatos de charol y una blusa de seda blanca.

Abel se apresuró a ayudarla y ella solo atinó a decir gracias de mala gana. Por su mente pasó una grosería, pero se contuvo al ver al guapo hombre de sus sueños. O, por lo menos, describía en sus novelas.

Abel era la casualidad perfecta para su nueva novela: alto, cabello negro, atlético… Ese día vestía una camisa blanca y pantalones negros. No llevaba corbata.

-Te ayudo – le dijo Abel sin preguntarle y le extendió la mano derecha

Emilia le ofreció su mano un poco sucia de polvo.

-Mis apuntes, no puedo perderlos – dijo nerviosa y recogiendo apresurada las hojas que aún quedaban en la acera.

-¿Eres escritora? –preguntó dubitativo

-¿Eres adivino? – preguntó ella sarcástica

-Ey, nos es para que te pongas a la defensiva, no me digas si no quieres, mujer.

-Perdón, soy una tonta. Disculpa si me he portado como una grosera, pero es que este material es muy importante para mí. Y sí, soy escritora y voy a la imprenta que está al cruzar la calle a terminar los últimos detalles de mi nueva novela -señaló

-¿Y tú, te dedicas a atravesarte en el camino de damiselas distraídas para luego rescatarlas?

-Tal vez – dijo sonriendo y ella le siguió el juego

No, señorita escritora. Tengo una empresa inmobiliaria aquí detrás de ese edificio –dijo señalando- y solo salí a almorzar, y me dirigía justo al restaurante que está al lado de la imprenta a donde te diriges.

-Qué casualidad –exclamó Emilia y se puso al pensar en su nueva novela, que justamente incluía a un hombre de negocios y con sus características. Aquello parecía algo marcado por el destino.

 -¿Qué sucede, te has quedado fría?

-No importa, tal vez un día lo descubras –dijo

-Creo que para disculparme haberme cruzado en tu camino y hacerte caer y todo lo demás podrías aceptar una disculpa acompañándome a almorzar o a tomar un café – la invitó

-Déjame verificar que todo está en orden con mis notas y entonces tal vez acepte –dijo Emilia juguetona

-Tienes buen sentido del humor… uff no se tu nombre

-Me llamo Emilia -dijo

-Mi nombre es Abel –siguió él sin darle tirmpo a que le preguntara su nombre.

-Está bien, te acompaño y así tengo más fuerzas para enfrentarme al encargado de mi publicación, que es un poco huraño; pero muy bueno en su trabajo, por eso no le he salido huyendo.

-Bueno, ya son dos contra uno –dijo Abel mirándola cómplice

Ese día surgió una química increíble  entre ambos.

Cuando terminaron de almorzar, Abel la acompañó a la publicitaria y quedaron de volverse a ver.

Una semana después…

-Estás hermosa, Emilia – dijo Abel mientras la recogía en la puerta de su casa.

-Gracias, tu también estás muy guapo – dijo

Abel la llevó a un lujoso y romántico restaurante que servían platos exóticos y buen vino. La cena se dio muy amena y ambos conocieron más el uno del otro.

Cuando cenaron, Abel  la acompañó hasta su casa. De camino se miraron y en un momento determinado detuvo la marcha del vehículo, pero ella no se inmutó y simplemente se dejó llevar. Entonces él la besó y ella casi enloquece al recrear su libro que en dos semanas presentaría a la prensa.

Emilia temblaba de deseo y Abel también, pero lo detuvo y solo le pidió que la llevara a su casa.

-¿No te gustó, te molestó? -dijo confuso

-No, pero por esta noche solo quiero llegar a casa y descansar, debo preparar los últimos detalles de mi libro –dijo llena de deseo, mas se contuvo y comprobó que Abel era un caballero, tal como el personaje de su libro

Antes de que se me olvide, te invito a la presentación de mi libro. Es el sábado.

-Es una orden. Y después de conocer a tu publicista, no te dejaré sola. Sí que es gruñón -dijo con mirada tierna y la besó en la frente.

Abel dejó a Emilia en su casa y se marcho con el sabor de sus labios.

Emilia durmió como roca ese día y pensando en el beso de Abel

Sábado. Presentación de la novela

Todo estaba maravilloso. La publicación de su novela: Mirada de amor era un sueño hecho realidad y que se conjugaba con Abel, quien parecía el protagonista.

Sus amigos y la prensa dieron fe de tan emotivo momento.

Flashes, declaraciones, picadera, autógrafos… todo estaba perfecto.

-Gracias por venir -le dijo Emilia a Abel, que llegó vestido de traje y que enloquecía a las presentes. Era un galán.

Después de terminada la presentación del libro, Abel la invitó a cenar a un lugar con vista al mar para celebrar.

El lugar era hermoso. Él lo había planeado todo.

Emilia Le entregó una copia del libro

Voy a leerlo, se ve interesante, ya que no sé de qué se trata, pues no has querido que viera ni el borrador.

-Hazlo luego, me da pena -dijo sonrojada

-¿Pena? –preguntó arqueando una ceja

Tienes razón, tal vez no es la palabra, pero puedes hacerlo luego.

-Tú ganas –ya tendremos tiempo –dijo- y llamó al mesero para ordenar

Cenaron y fue todo tan mágico, casi como en el libro

-Me gustas, Emilia. Desde esa coincidencia te he pensado y aquel beso me confirmó que me flechaste y no quiero dejarte ir.

Ella se sentía en las nubes, porque era como el personaje del libro, y aun él no lo había leído.

Salieron del restaurante y Abel decidió llevarla, esta vez, a su apartamento, donde le tenía una sorpresa.

Cierra los ojos.

-¿Qué pasa, Abel, por que tanto misterio?

-No comas ansias, tranquila –dijo mientras la agarraba para que no tropezara.

Cuando Emilia abrió los ojos quedó estupefacta. El lugar había sido preparado con rosas y un ambiente totalmente romántico.

-Está hermoso todo. Al parecer sabías que vendría –dijo Emilia con una mirada tímida.

-Me gusta correr riesgos –espetó Abel robándole un beso

Ella sintió un fuego interior y se puso en los zapatos del personaje de su libro, que aún Abel no leía y que sin imaginar en cada acción se acercaba más, convirtiéndolo en su protagonista de manera indirecta.

Emilia le devolvió el beso

-Hueles delicioso – le susurró excitada

La llevó hasta la habitación que estaba ambientada para disfrutar el amor. Flores, sábanas blancas y luz tenue hacían el lugar perfecto.

Abel fue desvistiéndola con delicadeza y pasión al mismo tiempo. Ella se imaginada el personaje de su libro. Luego, Emilia le quitó la camisa y el pantalón.

Abel procedió a acostarla. Tumbada en la cama, le besó el cuello y agarró sus manos.

Ella luego abrió las piernas indicándole que deseaba su erección. Abel se quitó la ropa interior. Procedió con dulzura y le quitó el sostén mientras le lamía los pezones, y de ahí deslizó sus manos y le quitó la braga. Llevaba inferiores blancos de encaje.

Emilia le besó las tetillas y después le susurró al oído me encantas.

Luego se sentaron en la cama y mientras entrelazaban sus cuerpos él la penetró; ella reculó, pero se sintió completa. Abel era todo un varón.

-Eres la mujer de mi vida – le dijo Abel en un vaivén de emociones que la hacían jadear.

Emilia gritó su nombre mientras él la hacía alcanzar el orgasmo más largo de su vida.

Luego, él la tumbó nuevamente y la penetró hasta hacerla gritar de placer de nuevo y  entonces él tuvo un orgasmo que lo hizo apretar la almohada y caer sobre el pecho de Emilia sudado y extasiado.

Cuando ambos se tranquilizaron de tanto placer, Emilia le pidió que le pasara el libro que ella había escrito.

Ahora puedes leer mi novela, la parte que desees, y quiero que sepas que lo vivido hace poco es como una especie de deyavú de mi libro o una maravillosa coincidencia del destino

Abel abrió el final y leyó: -¿Ámbar, quieres ser mi mujer?

-Para siempre, Ángel –leyó Emilia cómplice

-Ahora somos los personajes de tu libro – dijo

– Para siempre –dijo ella y lo besó

Al año se casaron. @letraspink

Nos arrepentimos mañana…

Saray se iba en un vahído. Solo bastó un martini para ponerse tonta.

Estaba sentada en un quicio del pequeño restaurante, donde festejaban la fiesta de la empresa donde ambos laboraban. Alberto la notó un poco distante y se acercó, dejando al entretenido grupo de compañeros.

Él siempre la deseó, pero nunca le hacía saber su interés.

Irónicamente, Saray veía pocas posibilidades de que él se fijara en una pícola como ella.

Ella era una profesional a carta cabal, pero con unos complejos caricaturescos.

-Alberto, ¿qué haces que has dejado la fiesta?

-Te noté un poco ida y sentí la necesidad de ver cómo estabas. Un amigo haría eso y más, ¿no crees?

Sí, un amigo -dijo entre los dientes, como si la palabra «amigo» fuera una tortura.

-Ese martini tenía rayos, porque me ha dejado atontada.

-¿Es primera vez que tomas ese tipo de tragos? -preguntó.

Honestamente sí. Soy novata en eso de las bebidas -dijo sonrojada.

-Caminemos un poco y quizás te mejores.

Saray  abrió los ojos con sorpresa. Se dijo loca, porque  pensó que la bebida sí que había surtido un efecto fatal. Él la estaba cautivando.

Alberto la tomó de la mano y ella casi se paraliza. Sintió un aire que sopló su corazón y suspiró.

Llegaron a un área apartada del restaurante, donde estaban ellos solamente. 

Ahora no prefiero nada. En ese momento se levantó de la silla y vomitó por un buen rato.

-Saray, llamaré a emergencias.

Se acercó y ella solo atinó a decir: » Ya el desastre está hecho, soy una boba… no es necesario, creo que hasta me siento mejor».

-Lo siento -dijo avergonzada.

-Tranquila, será nuestro secreto – le dijo Alberto, posando su mano derecha en la cabeza de Saray e hincándose para estar a su nivel.

Alberto sacó un pañuelo y se lo pasó por  la boca y le ofreció agua de las botellitas disponibles para los fiesteros.

Saray estaba obnuvilada. Ese hombre era un sol.

-Tú pañuelo…no era necesario, tengo servilletas en mi bolso

-Descuida, hermosa, tengo otros.

La luz ténue del lugar y el frío de diciembre los imantaron.

Alberto la miró fijamente a los ojos e intentó besarla. Saray reculó.

-No, estoy del asco -dijo

-Déjame comprobarlo -dijo Alberto acercándose y rozando suavemente su rostro hasta llegar a la comidilla del lado izquierdo de sus labios.

-Hueles delicioso. El olor de tu piel deja en la historia el martini.

Alberto la besó finalizando un tierno susurro.

Saray estaba con la cabeza entre las manos de Alberto, que le sonrió y la besó en la frente. Ella estaba confundida. Él nunca le había demostrado interés hasta donde ella notara.

-Me gustaría irme a casa -dijo un poco nerviosa.

Estás fría. Disculpa si te he ofendido -dijo Alberto ayudándola a ponerse en pie.

-No. Tampoco exageres. Somos adultos y no me has obligado – dijo firme.

Saray estaba feliz y para ella lo que había pasado fue inesperado, pero maravilloso.

Alberto le colocó su traje y volvieron al grupo de amigos.

La fiesta estaba buenísima.

-Quédate, Alberto, yo pido un taxi.

-Si quieres te acompaño. Ya hemos gozado bastante.

-Para mí ya estuvo bueno -dijo haciendo un gesto de bebida y sonriendo.

Ambos se despidieron de los compañeros que siguieron la rumba sin más.

-¿Me invitas a pasar? -preguntó Alberto al dejarla en la puerta de su apartamento.

-No, para que no te aproveches… -dijo Saray burlona.

-Eoeo. Me voy de donde no me quieren, paranoica. Jamás me aprovecharía de ti ni de ninguna otra mujer.

-Me marcho con mi dignidad

-No seas exagerado. Espera, solo bromeaba.

-Pasa.

-¿Te preparo un té o un trago?

-Descuida, un té está bien para calentar, pero si tienes vino… que siga la rumba…

-Lo siento. Tú no lo has pasado bien…

-Descuida. Aprovecha  que tengo unas botellas que me han obsequiado.

-Yo sí me prepararé un té.

Al rato, Saray le hizo compañía con un té de tilo y él degustaba un tinto.

-Salud – brindaron y rieron por tal inusual brindis.

Sentados charlaron un buen rato y se dieron cuenta de que tenían mucho en común.

Hubo un silencio y como de la nada se besaron.

Saray tenía tibios los labios por el té.

Saray pensó que no era correcto, aunque en la fiesta… Ambos laboraban en el mismo edificio, para el mismo dueño diferentes, pero en diferentes pabellones, por lo que verse era ocasional.

Ella se desempeñaba como ejecutiva de ventas y él era uno de los más respetados abogados financieros del grupo empresarial.

-Esto no está bien, Alberto…trabajamos juntos.

-Corrección. En el mismo edificio, pero en distintos departamentos.

Además, Paralde no se ha opuesto. Ya ves que Natalia y David se casaron el año pasado.

-Tú sabes como cerrar un tema… pondría un caso en tus manos-dijo mirándolo con dulzura.

-Sé que me arrepentiré -dijo drjándosr llevar por el deseo de besar esos deliciosos labios con sabor a vino tinto.

-Bésame, nos arrepentimos mañana – dijo Alberto y la asió por el cuello y la besó como si no hubiera mañana.

Saray se exitó y se sentó encima de Alberto.
-Hace calor -atinó a decir llena de pasión.

-¿Será el té?, ¿te sientes mal? Paro si quieres.

-Es el deseo -dijo Saray en un susurro apasionado, que fue música para los oídos de Alberto.

-¿Dónde está el baño? -preguntó Alberto.

Saray se iba a bajar de encima de él para indicarle donde estaba el baño.

-No te bajes, solo indícame hacia donde ir -pidió Alberto.

Saray comprendió lo que quería.

-Ahora te refrescarás -dijo Alberto mientras el agua que salía de la ducha empezaba a mojar sus ropas, que desaparecieron en un santiamén.

Recostado en la pared y ella con sus piernas abrazadas a su cintura, ambos tuvieron el orgasmo más excitante de sus vidas.

Gritaron de placer. El agua se perdía entre sus cuerpos. El éxtasis era celestial.

De ahí se dirigieron a la habitación. Saray le indicaba, totalmente desnuda y con el pene de Alberto en su interior y él dando saltos que casi la hacían morir y volver de tan fascinante sensación.

Era como un sueño erótico. Esa noche lo dieron todo. En flor de loto Alberto la hizo tener un orgasmo aún mayor, y disfrutaba viendo como ella se movía y gemía y pedía más, y se rendía…

Luego, Alberto la acostó y su erección la penetró y entonces él llegó al clímax y pronunció: «Oh, Saray, eres deliciosa», hasta caer sobre su pecho extasiado.

A las 6:00 a.m. sonó el despertador.
Al despertar, Saray se espantó. Había dormido con Alberto. Pensó que era un sueño erótico, ¡pero no, una realidad!

Se sintió tranquila, porque era domingo. Solo que había olvidado desactivar la alarma.

Miró a Alberto y se preguntó si debía salir de ese embrollo tan maravilloso.

-Buenos días -la sorprendió  Alberto.

-¿Qué ha pasado? No es que no me acuerde, pero Alberto, creo que nos pasamos.

-Hoy es mañana… ¿te arrepientes? – recordó Alberto.

-Es solo que pensé que te era indiferente. Y quizás como habíamos tomado…

-No, Saray, espera. Lo de anoche fue más de lo que soñé. Siempre me has gustado, pero te veía un poco evasiva o algo parecido.

-Yo pensaba que eras tú. Me gustas también. Te confieso que el año pasado en la fiesta pensé que estabas con Mariana.

-Sabes que ella es muy simpática…

-Y tú le gustas. Eso es obvio.

-¿Celosa? – preguntó Alberto con un poco de ego.

-La verdad, sí llegué…

-Mariana no me gusta, me gustas tú. Si no, no hubiera llegado tan lejos como anoche. No estaba fuera de sí -la interrumpió.

-¡Qué vivan los martinis! -exclamó Alberto y la atrajo hacia sí en la cama.

-No quiero que esto quede aquí, Saray – dijo.

– Y, ¿la oficina?- preguntó preocupada.

-En el mismo lugar. Te dije que el señor Paralde no tiene problemas con eso. Además, creo que algunos sospechan.

-Si que estaba en las nubes…

-Vamos a disdrutar un rato más.

Compartieron todo el día. Alberto se marchó del apartamento de Saray alrededor de las 5:00 p.m.

El lunes, Alberto habló con el señor Paralde.

-Era hora…

-¿Cómo ha dicho, señor? -preguntó  Alberto confuso.

Paralde sabía de esas cosas por experiencia.

-Escucha Alberto, cuando conocí a mi esposa, ella y yo trabajabamos juntos. Nada nos importó y años después creamos esta empresa de tecnología. Cuando el amor llega, llega, muchacho -dijo tocándole el hombro derecho.

-Solo no quiero interferencias con el trabajo -sentenció.

-Gracias, señor. Se lo garantizo.

Ambos eran muy respetuosos en el área de trabajo, pero fuera de ahí…

Al año, Saray y Alberto se casaron. El señor Paralde y su esposa fueron los padrinos de la boda.

Fue una boda de ensueño.

Alberto decidió poner su propia oficina. Paralde le ofreció su apoyo.

Siempre vio en Alberto algo de él cuando era joven y se reflejó en ellos cuando supo lo de su romance. Tal como cuando conoció a su adorada Amanda, que hoy está dedicada a sus nietos.

Saray fue ascendida a jefa de mercadeo.

Hoy, Saray y Alberto esperan al pequeño Liam. @letraspink

Pasión en el quinto piso

El olor a sal hacía volar los sentidos de Laura. Estaba sentada frente a la playa que daba al hotel donde se hospedaba para la conferencia literaria a la que acababa de asistir con su amiga Avanny.

Escritores de distintas partes del mundo se dieron cita; para ella y su amiga era la primera vez.

Era viernes y esa noche sería el último día del seminario. Se retiró a su habitación y descansó hasta las primeras horas del sábado.

Disfrutaría ese fin de semana, luego de dos días de poesías, novelas y cuentos.

Vestida ligera ya sentía el frío y el reloj marcaba los últimos segundos para las 7:00 p.m.

El sábado a las 9:00 a.m. los pies de Laura batían las olas. Estaba sentada en la orilla contemplando a la lejanía un yate que se perdía a lo lejos con una amorosa pareja. La invadió la nostalgia.

Adonis y ella habían navegado en uno de los yates del hotel del padre de su ahora exnovio.

Se retiró y disfrutó de los alrededores y decidió comer algo. Además, debía ponerse bella, porque en la noche había una fiesta de despedida con los escritores e invitados al interesante seminario.

A las 7:00 p.m., Laura estaba despampanante. Estaba acompañada de su inseparable amiga y colega Avanny, una brillante novelista de ficción.

-Creo que debemos ir de cacería -le dijo Avanny a Laura mirando un escritor que no les quitaba el ojo.

– Es todo tuyo – dijo Laura mirando de soslayo al alto y rubio de novelas románticas.

-Iré a tomar aire -dijo Laura y se marchó.

Avanny no perdió tiempo y entró en acción.

-No me me esperes – la despidió Avanny, que no era nada cohíbida.

-Laura se retiró agitándo la cabeza y sonriendo. Ella sabía que Avanny era una enamoradiza, pero buena chica.

Laura caminaba en la orilla de la playa y nueva vez le entró una sensación extraña. Era casi profética.

Tomó asiento al fondo del restaurante y se entretuvo con el celular.

De repente escuchó que alguien saludó y su corazón se encogió y sintió frío.

Levantó la cabeza y para su sorpresa quien acaba de llegar al restaurante era Adonis. Hacía un año que se había marchado. Ella había terminado la relación, porque Adonis no entendía que su sueño era escribir y él dedicaba todo su tiempo al negocio de su padre, pero ella, aunque lo apoyaba, no quería dejar atrás su carrera y prefirió alejarse.

Sus miradas chocaron y ella se puso nerviosa. Tomó agua y se levantó para marcharse.

Adonis estaba acompañado de una hermosa rubia y dos hombres muy apuestos.

Se retiró y se paró junto a un cocotero. Ella amaba a Adonis y su separación la dejó muy afectada. Hasta se dijo tonta, pero no podía renunciar a su sueño.

-Libeluna -escuchó una voz decir detrás de ella.

Se volteó más nerviosa aún, porque era así como la llamaba Adonis.

-Adonis -dijo Laura, con voz entrecortada.

-¿Por qué has huido? -No te he hecho nada. Me alejé porque me lo pediste. Tal vez fui un desgraciado y egoísta por no darle más importancia a tu pasión por escribir. Me dejé envolver por los negocios de mi padre, pero sabías a qué me dedicaba conocías del negocio familiar.

-De todos los lugares tenía que encontrarte aquí. Si no te conociera, diría que me perseguiste, pero no eres de esos.

-Sabes que nunca me interpondría en tu camino ni en el de tu familia, pero era mi sueño y no podía dejarlo por dedicarme a tus negocios. Fuiste muy egoísta.

-Lo sé. De eso me di cuenta tarde. Debí apoyarte. Te busqué, pero no me comuniqué. No dudo que me bloquearas.

-Me conoces en lo que te conviene -dijo sarcástica.

Me fui de viaje y me preparé para administrar un nuevo hotel que compró mi padre y aquí estoy.

-No me digas… que este…

-Sí. Este es el nuevo hotel de mi padre.

-No puede ser -dijo Laura agarrándose la cintura.

-Tal vez sea una señal -dijo Adonis sosteniéndola de las manos.

-No seas tonto. Si antes no me apoyaste, ahora con dos hoteles…

-Laura, cuando me fui de viaje me di cuenta que fui un egoísta. Desde que llegué intenté buscarte. Nunca imaginé encontrarte aquí. Tal vez el destino nos quiere juntos.

-Adonis, es mejor que te vayas.

-No quiero volver a perderte, Laura.

Cuando estuve de viaje, no te niego que conocí otras mujeres, pero nunca te olvidé ni perdí la esperanza de recuperarte. Una de esas mujeres, me hizo darme cuenta de lo valiosa que eres. Y ya vez, estoy aquí por destino o coincidencia.

-Es una maravillosa noche. Camina conmigo, como antes -dijo.

Laura suspiro y sintió deseo de estar con el hombre que al verlo se dio cuenta que aún amaba.

Caminaron hasta unas rocas y se sentaron y la luna y las estrellas eran cómplices de la fresca y hermosa noche del sábado.

-Libeluna, se que no me porté muy bien, pero ahora comprendo, y lo he hablado con mi padre, no tenía derecho a pedrirte que te involucraras en el negocio de la familia dejando atrás tu talento…

-Ya eso pasó. Ayer viví mi sueño en carne propia, con todos esos escritores famosos… Tal vez sientes lo mismo cuando hablas de negocios.

-Fuimos inmaduros, quizás. Pero estamos juntos, por alguna razón, Laura.

-Papá amaba a mi madre y me hizo comprender que ambos tenían sus sueños, pero su amor los unió y pudieron sobrellevarse hasta que ella falleció y él se dedicó a mí y al negocio. Tal vez, yo buscaba lo mismo.

-No supimos ordenar nuestras ideas… que tontos -dijo Laura con una risita.

-Laura, te amo, vamos a ordenar esas ideas -le dijo acercándola. Ella rehusó.

-Comprendo si no quieres, no es justo que llegue y de repente quiera besarte.

Laura se exitó por su caballerosidad y entonces fue ella quien tomó la iniciativa y lo besó.

El fuego entre ambos renació y entre las rocas la hizo suya esa noche.

-No te dejaré ir esta vez mi Libeluna – dijo Adonis con ella entre sus brazos.

Laura temblaba de frío y de pasión.

-Vamos a mi habitación, Laura. Está en el quinto piso, habitación 107.

-Yo me hospedo en el segundo piso. Una amiga escitora y yo compartimos la habitación.

-O sea, que la tuya no es buena idea -dijo pícaro.

-Tonto. Ja, ja, ja. Aunque ella debe estar con su nuevo escritor. Avanny no es de las que se rinden.

-Pues…
-Ni lo pienses. A mi cuarto no. Prefiero cobrarme tu ausencia -lo interrumpió.

-Usted manda. Vamos, déjame consentirte -dijo cargándola a caballitos como en los viejos tiempos.

Así que este hotel ahora es de tu padre.

También es tuyo. Libeluna, yo te amo y no quiero perderte. Esto debimos haberlo hecho antes.

-Quiero que seas mi esposa. No quiero  perderte.

Entiendo todo ahora. Mi madre decidió dejar su carrera de profesora para estar con mi padre. Pero eso no significa que tengas que hacer lo mismo. Sé feliz con lo que te hace feliz y llevemos juntos esta realación combinando nuestras profesiones. Te apoyaré en lo que quieras.

-Oh, Adonis, no sabes lo que quería escuchar eso. Te amo y sabes que te apoyo en tus proyectos, pero sin dejar los míos.

Ambos entraron en la más candente pasión.

Adonis tomó a Laura y la colocó en la cama de blancas sábanas.

-Libeluna -decía Adonis mientras la besaba y le bajaba el vestido.

-Adonis- gemía Laura y sentía que moría de pasión. Adonis era todo un varón.

-Eres deliciosa por dentro y por fuera – dijo mientras la penetraba llevándola al más catatónico orgasmo.

Esa noche hicieron el amor como nunca.

-Buenos días, dormilona -la despertó Adonis con un delicioso desayuno.

-Creo que me puedo acostumbrar a esto, futuro esposo.

-Llamó a Avanny y le explicó todo. Ella estaba feliz por su amiga. Sabía que no había olvidado a Adonis y que era un buen hombre.

Ese día se retiraron del hotel y quedaron de cenar juntos, incluido Ramal, su nueva conquista, y tal vez la última…

Tres meses después…

Laura y Adonis se casaron. Ella escribió su experiencia en el hotel, así como otras tantas historias de amor de hoteles, playas y yates.

Avanny se comprometió con Ramal y juntos publicaron una novela de ficción que pronto será llevada al cine.

Adonis entendió que ella amaba lo que hacía y la apoya en  todo.

En casa…

-Mi libeluna, te amo.

-Te amo, Adonis. @letraspink

Armando

Armando llegó tarde a la boda de Karen y su mejor amigo Robert. Era dueño de una tienda de joyas y ese día tenía un pedido grande y debía esperar al exigente cliente.

-Hola, Armando. Por un momento pensé que no vendrías – le dijo Karen al verlo llegar.

-Sabes que no faltaría. El cliente tardó más de lo esperado.

-Te salvas porque ya sabíamos lo del pedido -dijo Karen con una risita.

 -Ponte cómodo. Robert está por allí – señaló.

-¿Quién es la chica que lo acompaña? – preguntó curioso.

-Ella es Mónica. Es una amiga fotógrafa de la universidad.

-Deberías presentármela. Se ve muy bien.

Ja, ja, ja. No cambias.

-Es una buena chica, no te vayas a pasar.

-Karen, no soy un monstruo y lo sabes.

-Tonto, claro que lo sé, tu me presentaste a mi ahora esposo. Vamos con ellos -lo invitó.

-Buenas noches -saludó Armando

-Hermano, gracias por venir – saludó Robert.

-No me perdería este momento tan importante para ustedes.

–  ¿Y quién es esta bella dama? -preguntó mirando a Mónica los ojos. 

-Mónica es mi nombre.

¿Mónica a secas?

¿Quieres saber mucho? -dijo mirándolo

Wowo. No es para tanto nena. Si quieres me voy y me lanzo al vacío.

-Ja, ja,ja. Eres gracioso. -dijo Mónica sonriendo

-Al menos te saqué esa linda sonrisa -espetó Armando.

-Hola. Estamos aquí -dijeron Karen y Robert riendo.

Armando y Mónica también rieron.

-Veo que ya se van conociendo, mejor nos retiramos -dijo Karen.

-Ven amor -dijo Karen llevándose a Robert  a bailar.

-¿Bailas? – le preguntó Armando.

¿Sabes tú? -preguntó sarcástica.

-Compruébalo… -la retó Armando

-Vamos -dijo Mónica

Armando y Mónica se unieron a los recién casados.

Esa noche bailaron y disfrutaron la velada hasta despedir a los recién casados.

Robert y Karen se fueron tres semanas  a Grecia de luna de miel.

Una semana después…

Armando y Mónica desde el día de la boda no dejaron de hablarse. Ambos conectaron increíblemente.

Sentados en un bar, Armando le pidió algo más que amistad.

Me gustas, Mónica.No quiero perderte.

¿Te gustaría ser mi novia?

Mónica guardaba silencio y lo miraba extrañada.

Espera Armando. Yo no…

Entiendo si no quieres.

-No seas tonto, claro que me gustaría.

-Me fascinas -dijo Armando besándola.

-Armando, creo que somos la comidilla del bar.

-Pues no le demos el gusto a la gente.

Mónica lo miró pícara. Ambos tenían una conexión especial.

-Joven, la cuenta, por favor, pidió Armando.

Se retiraron del bar y todo el camino a casa de Armando se daban mimos.

Mónica había ido en una ocasión, pero no pasó a mayores.

Entraron a la casa y de inmediato él le ofreció un vino blanco y algo de queso.

Mónica dejó  correr un poco de vino de su boca…

-No, espera -dijo Armando deteniendo la mano de Mónica y lamiendo el vino que corría de su boca.

Ella sintió que se quemaba y se dejó llevar.

Armando la tumbó en el sofá y  chupó, esta vez, el labio de Mónica con sabor a vino. Entonces le bajó la blusa. Besó su cuello y de ahí sus pechos.

-Espera -dijo Mónica.

-No sigo, si no quieres – dijo Armando.

-No, tontito, deja ponerme más cómoda.

-Me enloqueces – alzó la voz Armando echando la cabeza hacia atrás.

-Ya que insistes – dijo Armando quitándose la ropa también.
Cuando Mónica vio ese cuerpo y su erección, atinó a decir pícara: «Tengo mucha hambre».

-Espero saciarla. Puedes comer a tu antojo -dijo Armando.

Mónica se hincó y empezó a lamer y chupar su erección mientras él gemía.

Armando le dio su esencia.

-Delicioso – dijo Mónica luego de tragar el semén de Armando.

Dos semanas después…
¿De qué nos perdimos? -preguntó Karen cuando al entrar a su nueva casa vio a Armando junto a Karen. Ella había preparado todo para recibir a los recién cadados.

Mientras ustedes estaban de traviesos en Grecia, conocí mejor a esta hermosa dama y…

-¿Y? – lo interrumpió Karen curiosa.

¿Sí? – siguió Robert

-Curiosos. Nos hicimos novios – dijo Armando.

¡Enhorabuena. Vamos a celebrar! -exclamó Robert

Mónica, cuéntame todo – dijo Karen, llevándose a su amiga a la cocina.

Conversaron de todo y terminaron de preparar la cena que ya habían adelantado Armando y Mónica.

-Suertudo -dijo Robert, poniéndole la mano en el hombro.

-Mónica es maravillosa -asintió Armando.

-Tomemos una copa de Whisky -invitó Robert.

La cena está lista -dijo Mónica

Durante la cena, Armando aprovechó para hacer un anuncio.

-Mónica, no sé si sea pronto, pero todo este tiempo me he dado cuenta que quiero pasar todo el tiempo contigo.

Todos guardaron silencio y vieron que Armando sacó una cajita del bolsillo derechi del pantalón.

– Ábrelo -dijo y le pasó la pequeña caja a Mónica.

Cuando ella la abrió, algo llamó su atención. Estaba vacía. Cuando Armando vio el gesto de duda de Mónica, le pidió levantar una pequeña tela roja.

Cuando Mónica levantó el trozo de tela, al fondo decía: «¿Te quieres quedar conmigo para siempre?»

Si la respuesta es sí, levanta la tela azul y toma el anillo, pero si es no, toma el collar y acepto tu amistad.

Mónica estaba sorprendida con tal originalidad.

Todos estaban ansiosos por saber la decisión de Mónica que guardaba un silencio sepulcrar.

Armando estaba nervioso, cuando de repente, Mónica sacó la mano derecha cerrada con la respuesta.

Mientras la abría dejó ver el pequeño collar de diamantes y Armando bajó la cabeza ante los ojos curiosos de Karen y Robert al no entender lo que pasada.

En ese momento, Mónica abrió completamente la mano. Y para sorpresa de Armando el anillo estaba dentro del collar.

Armando, no solo quiero ser tuya como mujer, sino que también quiero ser tu amiga.

-¡Sí! – exclamó Armando

Karen y Robert se miraron confusos y aplaudieron.

Luego, Armando le explicó la trama de la cajita, el anillo y el collar.

Esa noche, los recién casados quedaron comprometidos como los padrimos de los futuoros esposos.

Terminada la velada, Armando y Mónica sellaron su compromiso en la casa de su futuro esposo haciendo el amor rodeados de joyas y flores.

Seis meses meses se casaron  y pasaron  su luna de miel en Australia. Era un sueño de Mónica, porque quería fotografiar la rica fauna de ese país y Armando la hizo vivir la experiencia.

Mónica se convirtió en la fotógrafa oficial de las joyas del negocio de su ahora esposo. @letraspink